La nariz es el órgano responsable
por el sentido del olfato. La cavidad de la nariz esta forrada por membranas
mucosas que tienen receptores olfatorios conectados al nervio olfativo. Los
olores consisten de vapores de diversas sustancias. Los receptores del olor
reaccionan con las moléculas de estos vapores y transmiten las sensaciones al
cerebro. La nariz también aloja una estructura llamada el órgano vomeronasal
cuya función no se ha determinado, pero se sospecha que es sensible a las
feromonas que influencian el ciclo reproductivo. Los receptores del olor son
sensibles a siete tipos de olores primarios que se puedan caracterizar como
alcanfor, almizcle, flores, menta, éter, acre (avinagrado) y podrido. El
sentido del olfato se pierde a veces temporalmente cuando una persona esta
resfriada y la membrana mucosa se inflama. Los perros tienen un sentido de
olfato que es muchas veces más sensible que el del hombre.
SENTIDO DEL OLFATO HUMANO |
El olfato (del latín olfactus) es
el sentido encargado de detectar y procesar los olores. Es un quimiorreceptor
en el que actúan como estimulante las partículas aromáticas u odoríferas
desprendidas de los cuerpos volátiles, que ingresan por el epitelio olfatorio
ubicado en la nariz, y son procesadas por el sistema olfativo.
La nariz humana distingue entre
más de 10 000 aromas diferentes.
Las sustancias odorantes son
compuestos químicos volátiles transportados por el aire. Los objetos olorosos
liberan a la atmósfera moléculas que percibimos al inspirar. Estas moléculas
alcanzan la mucosa olfativa, que consta de tres tipos característicos de
células: las células olfativas sensoriales, las células de sostén y las células
basales, que se dividen aproximadamente una vez al mes y reemplazan a las
células olfativas moribundas. Los 20 o 30 millones de células olfativas humanas
contienen, en su extremo anterior, una pequeña cabeza con cerca de 20 pequeños
filamentos sensoriales (cilios). El moco nasal acuoso transporta las moléculas
aromáticas a los cilios con ayuda de proteínas fijadoras; los cilios
transforman las señales químicas de los distintos aromas en respuestas
eléctricas.
Las prolongaciones nerviosas de
las células olfativas alcanzan el bulbo olfatorio a través de micro-orificios
del cráneo; el bulbo es una porción anterior del cerebro, que se ocupa de la
percepción de los olores. Estas prolongaciones nerviosas terminan en los
glomérulos, pequeñas terminaciones de células olfativas de forma esférica donde
se procesan las señales aromáticas que luego son conducidas por células
receptoras especiales. La información llega primero al sistema límbico y al
hipotálamo, regiones cerebrales ontogenética mente muy antiguas; responsables
de las emociones, sentimientos, instintos e impulsos, tales regiones almacenan
también los contenidos de la memoria y regulan la liberación de hormonas. Por
este motivo, los olores pueden modificar directamente nuestro comportamiento y
las funciones corporales. Sólo más tarde parte de la información olorosa
alcanza la corteza cerebral y se torna consciente.
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